44 aniversario de la mayor intoxicación alimentaria de la historia de España
El 1 de mayo de 1981 un niño que vivía enfrente de la base americana de Torrejón de Ardoz moría en una ambulancia camino del hospital. Fue la primera muerte de la mayor intoxicación alimentaria ocurrida en España.
De repente, el mes de abril de 1981, familias enteras padecieron cansancio, dolores y otros síntomas que los médicos no acertaban a diagnosticar con alguna enfermedad conocida.
Al principio se le llamó neumonía atípica, pues algunos síntomas, como los respiratorios, coincidían con la legionelosis.
Hasta el 12 de junio no se supo que origen estaba en un aceite de oliva adulterado con aceite de colza que contenía un contaminante químico.
La gestión de la crisis
Como es habitual, las autoridades hacían declaraciones “tranquilizadoras” hacia la población, como las que hizo el alcalde de Torrejón de Ardoz:
…los casos están perfectamente localizados y controlados y no existe peligro inminente de contagio.
El Ministerio de Sanidad hizo un comunicado para tranquilizar a la población:
Si bien no se conoce aún el origen de la enfermedad ni la enfermedad misma, se dispone de un medicamento -un antibiótico- que combate eficazmente la neumonía atípica.
Habían pasado 10 días desde que se publicó la primera noticia, el 7 de mayo, y ya había más de 600 enfermos. Pero los políticos continuaban quitando importancia a la gravedad de la situación:
la epidemia evoluciona favorablemente.
El ministro de Trabajo, Sanidad y Seguridad Social, Jesús Sancho Rof, en rueda de prensa, hacía unas declaraciones sorprendentes:
El causante de esta enfermedad es “un bichito tan pequeño que si se cae de la mesa se mata”.
También afirmaba:
Es menos grave que una gripe. Nos preocupa mucho más la psicosis colectiva que se ha creado que la propia enfermedad.
La versión oficial era única: la neumonía atípica. Y quien no seguía esta versión oficial era apartado. Como le pasó al doctor Antonio Muro, subdirector del Hospital Nacional de Enfermedades Infecciosas. Este médico discrepaba de que el origen fuera debido a un germen respiratorio. Su teoría era que los síntomas eran compatibles con una intoxicación alimentaria por un compuesto químico, como así fue. Pero al discrepar, se le despidió de esta manera:
La nota del gabinete de prensa del Ministerio de Trabajo, Sanidad y Seguridad Social explicaba que:
la suspensión se debió al excesivo trabajo soportado en los últimos días y ante la evidencia de no encontrarse en las debidas condiciones para seguir asumiendo la responsabilidad en el citado centro.
¿Qué les pasaba a las personas intoxicadas?
Durante los primeros 12 meses desde el inicio de esta intoxicación se produjeron 12.000 ingresos hospitalarios y más de 300 muertes. En los primeros meses se reportaban semanalmente más de 2.000 casos.
La sintomatología tenía 3 fases, inicial, intermedia y crónica.
La fase inicial se correspondía con una afectación pulmonar y el cansancio era lo primero que notaban.
Las manifestaciones respiratorias del síndrome agudo del aceite tóxico fueron tan intensas que cerca del 1% de los pacientes murió en la fase aguda por insuficiencia respiratoria.
Muchos pacientes con el síndrome del aceite tóxico se recuperaron de la fase temprana de la enfermedad, aparentemente sin secuelas clínicas adicionales, pero aproximadamente el 50% pasaba a la fase intermedia.
En la fase intermedia, que iba de 1 a 3 meses después del inicio de los síntomas, aparecía una mialgia grave con dolor muscular significativo a la palpación, eosinofilia, complicaciones tromboembólicas y accidentes cerebrovasculares.
La siguiente fase, final o crónica, se caracterizó por complicaciones neuromusculares, desarrollando diferentes tipos de parálisis o debilidad grave. Muchos pacientes desarrollaron mononeuritis múltiple, con pérdida sensorial irregular y debilidad muscular asociada. El grado de debilidad asociada con la lesión neuromuscular fue diferente entre pacientes, pero en los casos más graves hubo progresión a cuadriplejia esencialmente completa.
Otros pacientes necesitaban ventilación mecánica asistida a largo plazo.
Otras manifestaciones del síndrome crónico del aceite tóxico incluyeron pérdida de peso severa, atrofia muscular, mialgia crónica, calambres musculares, movimientos involuntarios de las extremidades, endurecimiento y engrosamiento de la piel similar a la esclerodermia, contracturas articulares, alopecia, prurito, hepatitis crónica (inflamación hepática y fibrosis) e hipertensión pulmonar progresiva. Estas manifestaciones son las que aún padecen los afectados del síndrome tóxico
¿Cuántas personas padecen todavía estos síntomas?
A 31 de diciembre de 2023, según fuentes de la Seguridad Social, sobrevivían con la enfermedad 11.234 personas. El 46,15% de los afectados tiene más de 65 años.
El porcentaje mayor de enfermos está en la Comunidad de Madrid, 67,28% y en Castilla y León, 21,27%, como se observa en la tabla siguiente:
Afectados por Comunidades Autónomas en 2023. Fuente: Instituto Nacional de la Seguridad Social. Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones. Gobierno de España.
¿Cómo se descubrió el origen de la intoxicación?
Un mes y medio después del primer fallecimiento y gracias al trabajo de campo del doctor Juan Manuel Tabuenca Oliver, subdirector del Hospital Niño Jesús (Madrid) y del pediatra Juan Casado, que atendía a los pacientes, con un estudio epidemiológico digno de mérito, dieron con la causa. Crearon un equipo de cuatro personas que determinó cuál era la causa que había provocado la intoxicación: aceite de colza adulterado.
No obedecieron al Gobierno y no siguieron la teoría del Micoplasma. Se pusieron a realizar un estudio epidemiológico avanzando con la teoría de la intoxicación alimentaria.
El equipo detectó que, al contrario de lo que las autoridades sanitarias pensaban, la enfermedad no tenía un periodo de incubación bacteriana, sino que afectaba casi al mismo tiempo a personas cercanas. Los resultados analíticos con aumento de los eosinófilos y los síntomas clínicos apuntaban a algún problema tóxico o alérgico.
La enfermedad era muy poco frecuente. Enfermaban todos los miembros de una vivienda, mientras que los vecinos de al lado no se veían afectados. Solo afectaba a barrios humildes. El dato común a todos era que los niños menores de 6 meses no enfermaban.
Tras realizar encuestas, creando grupos control y grupos placebo, a unos se le administró el antibiótico que el Gobierno aconsejaba, a otro grupo un antibiótico diferente y al tercer grupo nada. Al final todos evolucionaban de la misma manera y los afectados no mejoraban.
Observaron que enfermó un niño de 5 meses. Preguntando a su madre, ella comentó que cuando preparaba las papillas les tiraba un chorro de aceite de oliva. El aceite era de una garrafa de 5 litros con el tapón rojo que compraba en un mercadillo ambulante. Había una coincidencia en todos los afectados. Todos compraban el mismo aceite de tapón rojo. Dieron con la causa: un aceite de tapón rojo y supuestamente de oliva que se vendía en mercados ambulantes a bajos precios.
No olvidemos a los afectados por el síndrome del aceite tóxico
No olvidemos que todavía viven 11.234 personas enfermas por el Síndrome del Aceite Tóxico. Un envenenamiento producido por unos estafadores que cometían el mismo fraude que se está cometiendo 44 años después.
El fraude en el aceite de oliva no es sólo una estafa económica, es un riesgo para la salud pública. En la actualidad aún se siguen cometiendo fraude en el aceite de oliva adulterándolo.
¿Y si los actuales estafadores cometen un fallo y se produce otro síndrome tóxico? Para evitar que vuelva a pasar exijamos tolerancia cero en este tipo de fraude. Las víctimas de la intoxicación de 1981, los supervivientes y los que faltan, se lo merecen.
La historia no debe repetirse, y la única forma de garantizarlo es con una vigilancia y controles más estrictos. También hay que mejorar la transparencia en el resultado de los controles y en las medidas que se toman, por su efecto disuasorio.
NOTA: No puedo acabar este artículo sin nombrar a Carlos Serrano, portavoz de la Plataforma Seguimos Viviendo, que murió el 29 de enero, al día siguiente de publicar el artículo Aceite de oliva y fraude, mientras esperaba un trasplante de pulmón. Hacía pocos días que le entrevisté y se mostraba optimista y con ganas de sobrevivir a la enfermedad. Pero el veneno del aceite adulterado ha podido más. Descanse en paz!
Si quieres conocer más sobre esta intoxicación alimentaria y otras que se han producido en España el 30 de mayo publico el libro INTOXICADAS. Crónica de las mayores intoxicaciones alimentarias en España. Y si lo deseas lo puedes adquirir en aquí.